CANTA. Y NO LLORES

Es una pieza soñada a partir de Las Criadas de Jean Genet tras leer la obra y acabar atravesada por el texto y, sobre todo, por el universo de estas criadas. Encontrarme de frente con unos personajes al límite, cuando la frustración no te deja más escapatoria que prender la mecha, me hizo entender que yo, que nosotras éramos esas criadas. Criadas del capitalismo, criadas del patriarcado, criadas de la autoviolencia, de las redes sociales, del éxito, criadas de la belleza. Criadas de la supervivencia.

Canta. Y no llores sufre una evolución desde su estreno hasta su última versión. Comienza como una función con un preludio, a modo de preshow, y acaba convirtiéndose en una fiesta escénica que termina en función teatral. Una pieza inmersiva de más de 4 horas de duración en la que el espectador primero se ve envuelto en una fiesta, literalmente una fiesta, y poco a poco se va a adentrando en el universo de las camareras que han estado sirviéndoles, animándoles y entreteniéndoles, para acabar en el almacén donde se refugian, como si por una mirilla las espiara, asistiendo a la intimidad de tres mujeres precarias demasiado acostumbradas a relacionarse desde el juego, la violencia y la autoexplotación. Muy divertida y muy trágica. Muy poética y muy cotidiana. Muy la vida.

SINOPSIS

«Yo nunca he estado 4 horas de fiesta en Canta. Y no llores» es una de las primeras frases que escuchamos en la fiesta. Bailas, chupito, conoces gente, chupito, conga, chupito… Todo amenizado y servido por las maravillosas camareras de esta fiesta. 

Lydia, Gema y Clara, frustradas por la -demasiado frecuente- sensación de fracaso se refugian, como cada día, en el almacén de la discoteca donde trabajan. Allí se sueñan a sí mismas, conectan con sus versiones más genuinas y, entre tanta hostilidad y olor a humedad, intentan montar su propia fiesta. Llama el jefe, no viene a hacer el cierre. Esto desencadena que lleven sus anhelos y su violencia a un límite tan oscuro como, irremediablemente, liberador.